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domingo, 29 de abril de 2018

Somnolienzo. (1)

A pesar de que no existe, este es uno de mis lugares favoritos. Sólo recuerdo una habitación, aunque no sé si era la única. Quizás formara parte de una antigua ciudad inmensa, o puede que simplemente existiera como un templo aislado en mitad de la nada. Independientemente de su localización, lo que importa es el interior.

Si algo tengo claro es que era eso, un templo. Pero un templo sin dioses, e inundado. Un templo viejo, de piedra blanquecina, puede que griego, aunque me gusta pensar que de una civilización desconocida. Muchas columnas desgastadas aguantaban el techo, que tenía una forma casi triangular. Como he dicho, el templo estaba inundado, y el agua cristalina reposaba elevada hasta la entrada. Lo más bonito era (o es) la luz.

La luz era preciosa, perfecta, con una trayectoria milimétricamente acertada. Rebotaba en el agua y salía al exterior de nuevo, pues ningun cristal ni vidrio existía que se atreviera a tocarla. Las columnas se encontraban separadas unas de otras por unos pocos y necesarios metros. Todas las formas allí presentes se mostraban en una colocación casi divina, pues nada se encontraba fuera de lugar, ni sobraba, ni nada más era necesario de ser en aquel lugar.

También me recuerdo a mí, bajo el arco de entraba. Miraba fascinado aquello, embelesado, y soy capaz de afirmar que ha merecido la pena vivir sólo por el simple hecho de haber disfrutado esas vistas. No siempre me ha transmitido lo mismo, pero sí que hay un punto en común: la calma. Es un lugar apartado del tiempo y el espacio, etéreo y perfecto, lejano de la realidad. Y calmado. Moriría con una sonrisa si supiera que aquel lugar me espera detrás.

A pesar de su aparente inmaculez y perfección, no lo veo como un lugar de simple observación. Podría afirmar que nadar en esas aguas es la mejor experiencia que alguien puede "vivir" (sí, yo lo he hecho, y no sólo, sino acompañado por muchos otros). A veces deseo drenar toda el agua y sentarme en el suelo del templo, a leer en la tranquilidad absoluta, a pensar en la tranquilidad absoluta, a ser en la tranquilidad absoluta. A veces añoro bucear en la infinita transparencia líquida de aquellas aguas, esperando encontrar algún secreto oculto en alguna grieta también oculta de la pared.

Pero no es eso lo que quiero ahora, no. Me apetece entrar a aquel lugar contigo, mostrarte su belleza. Sentarnos en el borde, mojar nuestras piernas y que te eches en mi pecho. Abrazarte y, simplemente, existir. Sentir tu respiración y sonreírte y darme cuenta de la imposibilidad de describir con palabras los sentimientos que se cruzan en esos momentos.

Es mi sueño.

Es mi sueño, literalmente. Pues allí, en esa tan extraña inconsciencia diaria, es donde he conocido este lugar, hace tiempo ya, y jamás ha desaparecido de mi mente. Y, si tú vinieras conmigo, estoy seguro de que también sería tu sueño. Nunca se puede olvidar el templo inundado y perdido y, cuando menos te lo esperas, punzadas de nostalgia por algo que nunca has tenido te recorren casi tortuosamente.

Realmente, es una tragedia que nunca puedas verlo.

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